CARTA DEL SANTO PADRE
JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DEL 50° ANIVERSARIO DE LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DE LAS
MIGRACIONES
Al embajador
BRUNSON McKINLEY
Director general de la Organización
internacional para las migraciones
Con ocasión de la 82ª sesión del Consejo de la Organización internacional
para las migraciones (OIM), que este año celebra su 50° aniversario, le
expreso a usted y a todos sus colegas mis mejores deseos y mi profundo aprecio
por el servicio prestado por la Organización a los emigrantes en todo el mundo
durante estos cincuenta años.
Aunque fue fundada para afrontar los problemas relativos a la migración en una
parte del mundo y sólo por un tiempo determinado, la OIM ha adaptado
gradualmente sus estructuras y sus actividades para hacer frente a los desafíos
de la migración en todo el mundo de un modo permanente. Y el número creciente
de naciones e instituciones que han solicitado ser miembros de la Organización
testimonia la estima que se le tiene a nivel internacional. La Santa Sede, como
observador, ha seguido con gran interés el esfuerzo de ampliación de la OIM
durante la última mitad del siglo pasado. En muchas ocasiones también la
Santa Sede, a través de sus instituciones y sus diversas organizaciones católicas,
ha podido cooperar activamente con la OIM.
Hoy la emigración tiene lugar de múltiples maneras, y el intercambio de
personas de diferentes culturas exige grandes esfuerzos para ayudar a los
inmigrantes a integrarse positivamente en su nuevo ambiente. Es alentador saber
que la OIM, a través de sus numerosos programas, ya está trabajando con este
fin. Quiero recordar especialmente aquí la inestimable contribución de la
Organización en la lucha contra el tráfico de seres humanos, ayudando a las víctimas
de este comercio censurable a recuperar su libertad y su dignidad.
En estos tiempos tan difíciles, los desafíos que debéis afrontar son mayores
que antes; uno de ellos consiste en completar la legislación de las diversas
naciones con la introducción de normas internacionales capaces de impedir
decisiones unilaterales que perjudican de modo particular a los países más débiles.
La Iglesia os apoya en la difusión del conocimiento de la verdad fundamental
según la cual, por encima de las diferencias, todos los hombres y mujeres son
hermanos y hermanas en la única familia humana.
Señor director general, asegurándole que la Iglesia católica proseguirá su
compromiso en favor de la gente alejada de su patria, invoco sobre usted y
sobre todas las personas que colaboran en la obra de la Organización
internacional para las migraciones las abundantes bendiciones de Dios
todopoderoso.
Vaticano, 22 de noviembre de 2001